La historia de
Manuel de la Capilla
Este alojamiento rural en el que deseamos os encontréis, si fuere posible, sensiblemente mejor de lo que esperabais cuando decidisteis venir, pretende ser un homenaje y reconocimiento a mi bisabuelo Manuel, al que no llegué a conocer, y a la bisabuela Antonia, su esposa. Curiosamente, mis bisabuelos se llamaban como mis padres.


Autor
Carlos Almazán
Mi bisabuelo nació el siete de agosto del año 1.907, habiéndose ido el diecinueve de junio del año 1.983, cuatro años antes de nacer yo. Me cuentan que era un hombre singular, cabal, enamorado y respetuoso de su esposa Antonia. Juntos atendían en esta casa a cuantos amigos y parientes pasaban por Arbuniel, bien por encontrarse de paso, bien para pasar unos días de vacaciones o incluso por motivos laborales, como sucedió con la hija de Juan de Dios, maestra que estuvo destinada en Arbuniel durante un año, año que permaneció alojada en la casa de Manuel el de La Capilla, según me cuentan, de forma graciable.
Mi bisabuelo Manuel recibió por ello un reloj de pared que marcó su tiempo y el tiempo de esta casa con alma desde ese momento hasta su final. No quiso cobrar un solo céntimo por el alojamiento y manutención de Angelita, como se llama o llamaba la hija de Juan de Dios, pues “eran amigos” y ¿cómo iba a cobrar nada por tenerle en su casa? Muy al contrario, agradecido por ello, agradecido porque hubieren decidido que se alojase y comiese en su casa.
Ese reloj está ahora en casa de mi abuela María, su hija, y, de alguna manera, también ha marcado sus horas y su vida, pues aún desde el hospital en el que tuvo que superar un grave posoperatorio, no se olvidaba de indicar que le diésemos cuerda, cuerda que se le da una vez a la semana.



Como comentaba al principio, Manuel de La Capilla, fue un hombre peculiar, teniendo su casa al servicio de cuantos amigos y parientes querían honrarle con una visita, disponiendo para ello de una cama con sábanas luminosamente blancas y limpias (entonces se lavaba a mano). Y de comer, lo que hubiese, pero nunca faltaba un trozo de queso, un trozo de pan y un vaso de vino, o, como solía ser habitual, arroz con conejo para mediodía.
Ahora yo, como responsable de este Alojamiento Rural, y todas las personas que aquí trabajamos, trataremos de ser acreedores del legado de Manuel de La Capilla y de la bisabuela Antonia, legado incorporado al alma de esta casa que hemos intentado adecuar a los tiempos actuales manteniendo su esencia ya centenaria.
